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jueves, 9 de mayo de 2013

In Memoriam: Sor Rocío Gil Fernández, Religiosa del Amor de Dios

Porque Jesús ha resucitado de entre los muertos
                        como primicia  de los que duermen.
                                                                                                     ( I Cor 15,20 )
Sor Rocío estuvo destina en el Seminario Mayor de Ourense.
Resurrección era su nombre de Bautismo. Y en verdad, en su vida y en  su rostro se  reflejaban siempre la alegría  de la Pascua que celebrábamos, en la primavera del 15 de abril, cuando nos dejó para entrar en el lugar de su descanso. 
Rocío “conoció el amor de Dios y creyó en él”. A lo largo de su vida sencilla y callada, generosa y buena, fue cada día respondiendo a las llamadas de Dios. 
Una gran parte de su vida, la vivió  al servicio del pueblo de Bolivia, cuyo recuerdo la hacía revivir. Allí dejó las huellas de una gran Misionera: amiga de los niños, de los pobres, y de la gente sencilla, con los que le gustaba estar, conversar  y compartir atenciones y sonrisas. Era muy querida por su sencillez y talante alegre. Se ganó su cariño.  
Cuando la enfermedad empezó a declararse, tuvo que abandonar su misión en América y regresar a España. Le costó la salida, pero seguía  recordando  y atenta a los acontecimientos relacionados con su segunda patria. Estuvo casi siempre destinada lejos de su familia, a quien quería y por quien era muy querida. Los últimos años, cuando ya ella no tenía fuerzas para viajar, algunos familiares se desplazaban desde Bullas (Murcia), para visitarla y se impresionaban al ver el progresivo deterioro de su salud. 
Durante su corta estancia en Toro, debido a su progresiva enfermedad, el habitual talante alegre que la caracterizaba, se iba apagando. Sin embargo, a pesar de sus limitaciones, realizaba la tareas sencillas que le había sido confiadas lo mejor que podía. Perdonaba y olvidaba con facilidad, propio de almas sencillas como la suya.  
Cuando ya no era posible seguir de algún modo el ritmo de la Comunidad y necesitaba de cuidados continuamente, hubo que llevarla a la Residencia de Hermanas Mayores, de Zamora, donde los últimos días estuvo envuelta en una profunda y dolorosa enfermedad, vivida con amor, para aceptar la muerte con paz.
En el día del funeral, nos acompañaron sus sobrinos; concelebraron la Eucaristía, con el capellán de la Residencia, el Delegado para la vida consagrada Orense,  y otro sacerdote de Bullas, su tierra natal.
Suplicamos al Señor de la Vida, que por intercesión de Santa María Virgen, del Padre Usera y de Sor Rocío, a quienes ella tanto amaba, acoja en sus brazos a nuestra Hermana Rocío Gil, para que interceda por nuestra Congregación, que se prepara para celebrar el 150 Aniversario de la Fundación, y nos conceda nuevas vocaciones, que como ella sean testigos gozosos del Amor de Dios.
  Con cariño, La Comunidad de Toro.


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